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Vivir bien el Jubileo

“Jubileo” es el nombre de un año en particular: muy probablemente esta denominación tiene su origen en el instrumento utilizado para indicar su inicio, es decir, el yobel, el cuerno de carnero, cuyo sonido anunciaba el Día de la Expiación. En la Biblia leemos que debía convocarse cada 50 años, ya que era el año “extra” que se debía vivir cada siete semanas de años (Lev 25,8-13), y representaba la ocasión en la que restablecer la correcta relación con Dios, entre las personas y con la creación; implicaba la remisión de las deudas, la restitución de las tierras enajenadas y del resto de la tierra. En 1300 Bonifacio VIII proclamó el primer Jubileo, también llamado “Año Santo” porque se configuraba como un tiempo en el que experimentar que la santidad de Dios transforma el corazón de cada hombre. Tiene lugar cada 25 años y, si se participa con fe, permite obtener la indulgencia plenaria.

Algunos signos especiales caracterizan el Jubileo.

LA PEREGRINACIÓN

El Jubileo nos invita a ponernos en camino y a superar algunos límites: desplazarse, de hecho, no es sólo cambiar de lugar, sino la posibilidad de transformarnos. Desde hace siglos, la Sagrada Gruta Micaélica es meta de peregrinaciones y acoge a millones de fieles que, bajo la mirada del Arcángel, acuden con ansias de perdón y conversión.

LA PUERTA

Cruzar el umbral significa reconocer a Cristo como la “puerta” y confiar en sus palabras: “El que entre por mí, se salvará” (cf. Jn 10). La puerta es también el medio por el que se entra en el interior de una iglesia, el espacio sagrado: a la entrada de la Basílica Celeste hay una placa que la presenta como “Casa de Dios y Puerta del Cielo”, haciendo referencia a la experiencia profundamente espiritual del encuentro y del diálogo con el Señor, así como a la reconciliación y a la paz interior.

LA RECONCILIACIÓN

La reconciliación es una de las piedras angulares de este “tiempo favorable”, porque es causa y consecuencia de la conversión. Ayuda a poner a Dios en el centro de la propia existencia y a caminar hacia Él, reconociendo su primacía. Es, en último término, el sentido del grito “Quis ut Deus” y del mensaje y de la acción de san Miguel: prometió que quien acudiese a la Spelonca arrepentido y contrito, obtendría el perdón de los pecados. El Santuario es reconocido como Lugar de Penitencia y de Misericordia.

LA PROFESIÓN DE FE

Es un signo de reconocimiento del bautizado: resume el contenido central de la fe y las verdades principales que el creyente acepta y testimonia el día del bautismo y comparte con toda la comunidad cristiana para el resto de su vida. LA CARIDAD Rasgo preeminente de la fe cristiana y su forma de credibilidad. San Pedro decía (cf. 1P 4,8): «Tened ante todo entre vosotros una gran caridad, porque la caridad cubre multitud de pecados». El evangelista Juan se hace eco de él cuando afirma que el amor al prójimo permitirá reconocer en el futuro a los verdaderos discípulos de Cristo.

ORACIÓN

Hay muchos modos y muchos motivos para orar: en la base está siempre el deseo de abrirse a la presencia de Dios y a su oferta de amor.

INDULGENCIA PLENARIA

La indulgencia es la manifestación concreta de la Misericordia de Dios, tesoro de gracia que se ha hecho historia en Jesús y en los santos: mirando estos ejemplos y viviendo en comunión con ellos, se refuerza y ​​se hace cierta la esperanza del perdón y del propio camino de santidad. Concretamente, además de las condiciones canónicas (hacer una peregrinación; asistir a la Santa Misa; celebrar el Sacramento de la Reconciliación; rezar en las intenciones del Pontífice; recitar el “Credo”), esta experiencia exige también algunas acciones que se traducen en las llamadas obras de misericordia corporales (dar de comer al hambriento; dar de beber al sediento; vestir al desnudo; alojar a los peregrinos; visitar a los enfermos; visitar a los encarcelados; enterrar a los muertos) y obras de misericordia espirituales (aconsejar a los dudosos; enseñar a los errantes; amonestar a los pecadores; consolar a los afligidos; perdonar las ofensas; soportar con paciencia a las personas problemáticas; orar por los vivos y los difuntos).

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