UBI SAXA PANDUNTUR IBI PECCATA HOMINUM DIMITTUNTUR

Un largo y luminoso corredor que termina en el atrio interno, justo en el lado opuesto a la entrada de la Gruta, conduce a un amplio espacio adonde llegan los ascensores para discapacitados y ancianos que llegan a la Basílica. Se ha logrado así facilitar su visita y protegerlos de la intemperie. Todas estas obras recientes fueron proyectadas para la llegada de los peregrinos en ocasión de la llegada del Jubileo del Tercer Milenio y para su ejecución  se debió tener en cuenta el difícil equilibrio entre lo antiguo y lo moderno.

Sobre la izquierda se abre la novísima capilla penitencial “de la Reconciliación”, que enriquece el Santuario miguelino con una virtud que es esencial a la prerrogativa que le fuera reconocida oficialmente por la Santa Iglesia en 1997: la de lugar del perdón angélico.

En los tres murales que se encuentran a la entrada aparecen el papa Juan Pablo II, el arzobispo de Manfredonia-Vieste, monseñor Vicenzo D´Addario, y  los padres miguelinos custodios del santuario.

La capilla fue proyectada por un equipo que también se ocupó de la ejecución de los trabajos y que estuvo bajo la dirección del ingeniero Mario Azzarone, de Monte San Angel. De golpe aparece imponente, con ese techado que se apoya en una estructura de madera en láminas que sostienen paredes revestidas con piedras de la región. Nueve travesaños la sostienen, como nueve son los coros angélicos, pero lo que más impresiona es el elemento rocoso que la distingue. Provenientes de un antiguo patio de recibimiento, estas piedras, además de evocar la esencia misma del Santuario, o sea esta Gruta calcárea del Gárgano, ofrecen a los ojos una imagen semejante a aquella del sepulcro vacío que es símbolo de la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte. Un significativo elemento simbólico-decorativo lo constituyen las 40 ménsulas que, sobre las paredes, recuerdan el número bíblico de las tribulaciones, de la prueba y de la penitencia.

En esta capilla se realizan las celebraciones comunitarias penitenciales que preparan a los peregrinos para las confesiones individuales; éstas tienen lugar en cada uno de los ocho confesionarios que simbolizan además, el número de las bienaventuranzas evangélicas. También se destacan los brazos abiertos de una enorme cruz levantada sobre el filo de una roca. Es la misma que se encontraba sobre la Puerta del Toro y que, sometida a restauración, se reveló como una valiosa talla de madera del siglo XIV. El rostro, vencido por el dolor y la ceguera, es de una rara e intensa expresividad. Sobre la izquierda se abre un corredor llamado “el recorrido del peregrino”, por el que se llega a la Escalinata Angevina, bajo el reparo del nicho o pequeño templo de la Virgen con el niño.

Desde enero del 2004, se puede observar un fresco del artista rumano Juan Popa, con la escena del Bautismo de Jesús, donado por Don Raffaelle Rinaldi.