PRIMITIVO TEMPLO PAGANO
La inmensa caverna calcárea, que se ha convertido en uno de los más renombrados templos cristianos, teniendo en cuenta el lugar, la estructura y la amplitud, debió ser en la época greca y romana un lugar de culto. El histórico Estrabón habló, refiriéndose probablemente a ella, como un templo dedicado al dios Calcante, un mítico adivino, sacerdote de Apolo en la guerra de Troya. Aquí acudieron los peregrinos para recibir beneficios pasando la noche envueltos en pieles de animales sacrificados. Es probableque aquí se adoraba al mismo Apolo. También fue comprobado que el antiguo barrio medieval “Huno”, centro histórico medieval de la ciudad existió antes de la aparición del Arcángel en cuanto ya que su nombre deriva del mítico rey Pilunio.
EPOCA PRELONGOBARDA
En el siglo V, para extirpar el culto pagano que realizaban los habitantes del lugar, el obispo de Siponto (hoy Manfredonia), Lorenzo Maiorano, primo del emperador Zenón, pensó sustituir la figura del dios arquero con aquella, así tan querida por los cristianos orientales, del Arcángel y Príncipe de la Milicia Celestial, hecho acompañado por legendarios episodios.
Ocurrieron, en efecto, tres apariciones del Arcángel en las cuales él manifestó inequivocamente al Santo Obispo sipontino su voluntad de haber elegido y consagrado ese lugar.
La primera, ocurrida en el año 490, es la que alcanza contornos legendarios y sorprendentes y cuenta que un rico señor que buscaba uno de sus toros, extraviado por esos lugares escabrosos, lo encontró arrodillado, en la parte más alta de la montaña, al ingreso de la inmensa caverna. Lleno de ira, lanzó una flecha contra el animal rebelde, pero ésta de manera milagrosa, en vez de herir al toro, lo hirió en su pie.
Preocupado por lo sucedido se dirigió al obispo, que después de haber escuchado este extraordinario suceso, le ordenó tres días de ayuno y oración. Al final del tercer día, se apareció el Arcángel Miguel al obispo y le habló así: “Yo soy el Arcángel Miguel y estoy siempre en presencia de Dios. La caverna es sagrada para mí, es una elección mía, yo mismo soy su Angel Custodio. Allí ne donde se abre la roca pueden ser perdonados los pecados de los hombres. Lo que aquí se pida en oración, será escuchado. Ve entonces a la montaña y dedica la gruta al culto cristiano.
La segunda aparición, en cambio, está ligada a una memorable victoria de los sipontinos sobre los bárbaros invasores con la ayuda del Arcángelo.
La tercera se refiere a la verdadera y propia apertura del culto en la misma gruta, a la cual se dirigieron todos los obispos de la Puglia en procesión y al llegar, encontraron un altar ya preparado, como lo había preanunciado el Arcángel al mismo Lorenzo Maiorano, y una huella de su pie sobre la roca.
El Gargano es la parte más oriental de Italia y, por eso, gracias a la fama adquirida por estas apariciones, fue celosamente custodiada por los bizantinos que tenían bajo su dominio todas las regiones costeras adriáticas, como lo es Puglia.
En esta época, el Santuario era muy diverso a como lo es hoy. A la gruta se accedía en subida por el llamado valle de Carbonara, a través de un pórtico y una galeria que desenvocaban lateralmente en una irregualar y profunda caverna.
San Miguel, también según la liturgia oriental, más que como un gran guerrero fue venerado en esta fase como el sanador de la enfermedades (Apolo era un dios sanador) y como aquel que presenta las almas de los difuntos al trono divino. Famosa es la llamada “Gotita”: un agua milagrosa que, según se cuenta, goteaba de la roca de la gruta y curaba toda especie de males.
EPOCA LONGOBARDA
La larga lucha entre bizantinos y longobardos, procuraron al Santuario saqueos y devastaciones, que concluyen con la victoria de los segundos, quienes encontraron en el Arcángel la fugura del ideal del dios guerrero y protector. El Santuario se convirtió en su santuario nacional. Las gracias concededidas fueron testimoniadas por los beneficiados y los peregrinos en numerosas inscripciones sobre los muros del ingreso en caracteres rúnicos, que era el sistema de escritura de los pueblos más septentrionales de Europa.
EPOCA MEDIEVAL
Los primeros normandos venidos en Italia, se dirigieron rápidamente hacia el Gargano y su célebre Santuario y, en ese lugar establecieron alianza con el terrateniente Melo de Bari para expulsar a los bizantinos de la Puglia.
La Cuidad Angélica tuvo para ellos un singular privilegio: se llamó “Señoría del Honor”, un privilegio concedido a las regiones como dote y gozo de innumerables diplomas y escensiones. Aquí no sólo acudían los romanos, sino también los mismos cruzados en partida o retorno del Oriente, ya sea por la posición del Santuario, todo protegido hacia el lado oriental, ya sea porque la figura del Arcángel guerrero ejercitaba una indiscutible fascinación sobre aquellos hombres armados.
El Medioevo es un continuo transcurrir de nobles figuras sobre el Gargano: papas, terratenientes, emperadores, santos. Es de recordar también la particularísima donación del noble amalfitano Pantaleón: dos soberbias puertas de bronce hechas en Constantinopla en el año 1076 sobre las cuales se encuentran grabadas escenas del Antiguo y Nuevo Testamento sobre la intervención y presencia de los ángeles en la historia de la humanidad.
A la izquierda de la imagen de San Miguel, en el actual presbiterio, podemos notar la Cátedra Episcopal, de la primera mitad del siglo XI, del arzobispo de la diócesis denominada Sipontino-Gargánica (con este último adjetivo se refería expresamente a la cuidad de Monte Sant’Angelo) León originario de Monte Sant’Angelo y canónico de la Basílica. Es obra del escultor Acceptus y testimonia el intenso fervor no sólo espiritual, sino también cultural y artístico, que animó espléndidamente al Santuario en este período.
El centro habitado crecía y se alargaba espontáneamente en torno al prestigioso lugar de culto por su posición elevada, algo estratégicamente importante.
El sueco Federico II, el “Puer Apuliae”, vino varias veces de visita con su fastuosa corte. La legenda dice que en el imponente castillo, él han generado con la dilecta Blanca Lancia a Manfredi pero, según la ambigua política, él planeó el saqueo al Santuario y después, arrepentido, le regaló un relicario con un pedazo de la Santa Cruz que había adquirido en la cruzada a Tierra Santa.
EPOCA ANGEVINA
Carlos de Anjou, rey de las Dos Sicilias, fue un gran devoto del Arcángel y, aunque la dominación francesa fue completamente negativa para la Italia meridional, para la Basílica y la ciudad fue un gran benefactor.
A él se debe la actual organización del Santuario (con un arduo trabajo que dividió en dos la gruta, quedando sepultado el antiguo ingreso bizantino-longobardo) y el acceso en descenso del lado sur a través de una amplia escalinata marcada por grandes arcadas laterales, antiguamente sepulcros de las familias oriundas del Gargano, que hoy continúan en el llamado atrio interno. La reestructuración angevina se completa con la gran nave prácticamente acoplada a la gruta, en cuyo ábside se encuentra el altar barroco de fines del seiscientos para la custodia de la Eucaristía.
También realizó la construcción, iniciada en el año 1274, del gran campanario, erecto para agradecer la conquista de Italia meridional, obra de los arquitectos Giordano y Maraldo de Monte Sant’Angelo y que evoca extraordinariamente las torres de Castel del Monte.
No menos benévolos del rey francés fueron sus sucesores que llevaron a cumplimiento la organización ya iniciada. En la Basílica fue bautizado el rey Carlos III de Durazzo, naciso en el castillo de Monte Sant’Angelo.
Continuaban las peregrinaciones, y a la vez, los saqueos y robos de parte de los mismos reinantes o de ladrones turcos que aterrorizaban las costas puglieses y llegaron hasta el Santuario.
Aparte del ícono bizantino en rama del siglo VIII – IX, hubo dos estatuas del Arcángel, una en oro y otra en plata robadas y utilizadas para fabricar monedas. La imagen actual en mármol de Carrara, hecha por los aragoneses, fue construida por empeño del gran terrateniente Gonzalo de Córdoba y artribuida a Andrés Contucci, llamado Sansovino.
El Santuario custodia numerosas reliquias de santos mártires en una capilla. Gran parte fueron traídas de Roma en el año 1615 por obra del Arzobispo de Manfredonia, Mons. Aníbal Serughi dei Gimnasiis. Cabe destacar entre ellas, las de tres papas de los primeros siglos: Papa Alejandro I, martirizado en el año 117, Papa Cornelio Romano, martirizado en el año 256, y la de Félix I que sufrió el martirio en el año 274.
EPOCA MODERNA
En el año 1656 ocurrió la llamada “Cuarta Aparición” del Arcángel San Miguel al Arzobispo Alfonso Puccinelli, por la cual toda la ciudad y todo el territorio sipontino fueron inmediatamente liberados de la peste, gracias a las piedras extraídas de la sagrada Gruta. A raíz de esto, la ciudad se amplía y se convierte prácticamente en el más importante centro del Gargano, al cual llegaron numerosos y continuos peregrinos y visitantes ilustres.
En 1872 la Basílica fue reconocida definitivamente como capilla palatina, esto es, dependiente directamente de la autoridad real, y sus sacerdotes fueron nombrados como “Capellanes de la Real Casa”, privilegio abolido después del concordato de 1929.
La perspectiva del ingreso superior con dos portales a la entrada es de 1865 y está constituido por dos arcadas a ojiva aguda coronadas por un frontón triangular adornado de frisos y pequeñas arcadas. Al centro, entre dos pequeños rosetones, fue colocado un puesto con la estatua de San Miguel Arcángel.
A la izquierda, el portal de ingreso está revestido de una puerta de bronce donada al Santuario en 1994, en ocasión del XV centanario de la aparición de San Miguel sobre el Gargano. Es obra del escultor Miguel Tiquino, oriundo de Monte Sant’Angelo. Sobre los paneles de la puerta se presenta toda la historia del Santuario, desde sus orígines hasta la peregrinación de Juan Pablo II en 1987.
El útimo terrible saqueo del Santuario, a manos de los Franceses de Murat, ocurrió a fines del año 1700.
En la segunda mitad del siglo apenas concluido, el Santuario ha visto una fase muy intensa de su vida, debido también a la proximidad con San Giovanni Rotondo, lugar donde vivió y desarrolló su ministerio San Pío de Pietrelcina, devoto de San Miguel Arcángel, al cual no faltaba jamás de enviar a todos sus hijos espirituales, como ocurre también hoy.
En 1949, por obra de Mons. Antonio Quitadamo, se dió inicio a las excavaciones que reportaron a luz, después de siglos, la parte subterránea más antigua, legada a la época bizantino-longobarda.
De 1970 a 1996 el Santuario fue custodiado por los Padres Benedictinos y actualmente lo hace la Congregación de San Miguel Arcángel a la cual se debe, en 1999, la construcción de la capilla penitencial recoge elementos de la antigua roca sobre la cual pende un espléndido crucifijo del siglo XIV-XV.
Entre los peregrinos más famosos encontramos numerosos Papas (Gelasio I, san León IX, Urbano II, Alejandro III, Gregorio X, san Celestino V, Juan XXIII cuando fue cardenal, Juan Pablo II, y Benedicto XVI cuando fue cardenal); soberanos (Ludovico II, Otón III y su madre Teofanía, Enrique II, Matilde de Canossa, Carlos de Anjou, Alfonso de Aragón, Fernando el Católico, Sigismundo el Viejo, rey de Polonia, los reyes borbones Fernando I y Fernando II, Víctor Emanuel III y Humberto II de Savoya); diversos jefes de estado y ministros; algunos santos (Anselmo, Bernado de Claravalle, Guillermo de Vercelli, Francisco de asís –que no sintiéndose digno de entrar en la gruta y se queda a rezar sobre el umbral, episodio recordado a través del altar a él dedicado al ingreso de la Basílica-, Brígida de Suecia, Buena de Pisa, Alfonso de Ligorio, Gerardo Maiella, Pío de Pietrelcina y numerosos otros); pero sobre todo millares de devotos y anónimos venidos de todas las naciones, atraídos por la fascinación de un lugar sagrado tan particular donde reencuenran la esperanza y la paz y experimentan la alegría del perdón por intercesión de San Miguel Arcángel.
A la “Basílica Celestial”, en cuanto que no está consagrada por los hombres sino por el mismo San Miguel Arcángel, con decreto oficial de la Santa Iglesia fue concedido para siempre el privilegio del PERDON ANGELICO. Desde 1997, en efecto, los visitantes que se confiesan y reciben la Santa Comunión obtienen la indulgencia plenaria recitando el Padrenuestro, el Credo y rezando por el Papa.