Al final de nuestro itinerario podemos visitar, también, algunos ambientes que se remontan a la época longobarda y que han salido a la luz gracias a las excavaciones promovidas por monseñor Nicolás Quitadamo entre los años 1949-1960. Por ejemplo, las hoy llamadas “criptas”, que  servían como entrada a la gruta y fueron definitivamente abandonadas en el siglo XIII, en la época de las construcciones angevinas. Numerosas inscripciones a lo largo de las paredes, algunas con caracteres rúnicos, atestiguan el notable flujo de peregrinos desde la época longobarda. Están compuestas por dos ambientes cuyas estructuras debieron realizarse en dos fases inmediatamente sucesivas. Algunas inscripciones en el muro, que se identificaron en 1974, han hecho posible señalar la fecha de las construcciones entre fines del siglo VII e inicios del siglo VIII.

Las criptas alcanzan 60 metros de largo y se accede a ellas a través de una escalera que desciende a una vieja cisterna. El ambiente, de unos 45 metros de largo, llega hasta el poderoso muro de sostén sobre el cual, en la parte superior, se apoyan las famosas Puertas de Bronce. Esta primera parte aparece a nuestros ojos como una galería con pórticos, articulada en ocho naves rectangulares que se comunican entre sí por medio de arcos transversales, nacidos de gruesas pilastras que salen de las paredes laterales. Todo está cubierto por una bóveda a bote. Además, durante las obras ejecutadas por los padres benedictinos en 1975, se descubrió una celda mortuoria con dos sarcófagos, uno de los cuales nunca ha sido abierto, con una cubierta de mampostería y con una cruz grabada que dataría del siglo VII. En este impresionante ambiente se han expuesto diversas esculturas provenientes de las excavaciones del santuario, de la ex iglesia de san Pedro y de las ruinas de la abadía benedictina de Santa María de Pulsano. Todos los hallazgos expuestos datan del siglo VII.

Al comenzar nuestra visita podemos admirar diversas esculturas que atestiguan una vez más la gloriosa historia de este lugar. Señalamos aquí algunos de los hallazgos más significativos: el emblema de la Ciudad de Monte San Angel del año 1401; diversos elementos arquitectónicos de los siglos XI y XII, como fragmentos de columnas, columnitas en piedra de la zona, elementos decorativos; una Virgen con el Niño del siglo XV; una estatua de San Miguel de la primera mitad del siglo XIV; una estatua del Redentor del siglo XV; un lavabo decorado con escenas bíblicas; varios fragmentos de púlpito entre los cuales se destaca un águila con atril del taller de Acceptus del siglo XI; fragmentos de un plúteo del siglo X; una cruz funeraria del siglo VIII; otra escultura que representa a San Miguel del siglo XIV; un ángel con estandarte y un Cristo orante del siglo X y, del mismo período, una Virgen sin cabeza. En una salita lateral se exponen columnas  con capiteles del siglo X, un león del mismo período, una placa de pavimento del siglo VIII, lajas de terracota para cubrir tumbas, atribuidas por algunos al siglo VII, por otros a la época romana: finalmente, fragmentos de lajas con inscripciones que se remontan al año 1066.

Pasando a través de la abertura en el muro de sostén de las Puertas de Bronce, nos encontramos en el otro ambiente de la época longobarda, dividido en dos amplias naves  separadas por una fuga central de tres arcadas abovedadas, y delimitado al norte y al sur por otras tantas sostenidas por pilastras macizas. La cubierta de este ambiente debió ser una bóveda a bote sostenida por arcos transversales. Las naves fueron ocupadas por las escaleras: la de la derecha, de excavación curvilínea, se ha conservado íntegramente en su recorrido; la de la izquierda rectilínea, fue destruida durante los trabajos. Las dos escaleras terminaban sobre una pequeña platea delimitada al este por un ábside, con un altar en bloque en sillares escuadrados, con rastros de numerosas inscripciones; al norte, por algunos ambientes cuyas entradas se encontraron obstruidas, y al sur, por dos accesos que introducían a la pendiente rocosa que lleva a la gruta. A la izquierda del altar se ha encontrado, protegido por placas de piedra, un fresco llamado el Custos Ecclesiae que se puede atribuir al siglo X, hoy expuesto en la Sala de Reuniones. De los restos de los frescos y de las  numerosas inscripciones  en los muros, podemos comprender la importancia del Santuario, especialmente para los longobardos. Estos ambientes fueron separados definitivamente de la Gruta Sagrada hacia los años 1270-1275, cuando los angevinos, con las nuevas construcciones, dieron al Santuario el orden actual, sacrificando las obras precedentes erigidas en honor de San Miguel Arcángel.

 

Informaciones

Horario de visitas: de 9.00 a 12:15 y de 15.00 -16:30 a 19.00

La entrada consiste en una visita guiada para grupos de 10 personas como mínimo y de 25 como máximo, a un precio muy accesible.