San Miguel

El Arcángel Miguel ya era considerado por los hebreos como el príncipe de los ángeles, protector del pueblo elegido, símbolo de la poderosa asistencia divina hacia Israel. En el Antiguo Testamento aparece tres veces, en particular en el libro de Daniel (Dn 10, 13. 21; 12,1), donde se lo menciona como el defensor del pueblo hebreo y jefe supremo del ejército celestial que defiende a los débiles y a los perseguidos. Ahora en este tiempo surgirá Miguel, el gran príncipe, que vigila a los hijos de tu pueblo. Habrá un tiempo de angustia, como no se había visto nunca desde el surgimiento de las naciones hasta ese momento; en ese tiempo tu pueblo será salvado, quienquiera se encuentre inscripto en el libro (Dn 12, 1).

Su nombre Mi-ka-El significa ¿Quién como Dios?

A San Miguel se atribuye el título de arcángel, el mismo título con que se designa a Gabriel (Fuerza de Dios) y a Rafael (Dios ha curado). En el Nuevo Testamento, San Miguel Arcángel es presentado como adversario del demonio, vencedor de la última batalla contra Satanás y sus sostenedores. Encontramos la descripción de la batalla y de su victoria en el capítulo 12 del libro del Apocalipsis: Estalló entonces una guerra en el cielo. Miguel y sus ángeles combatían contra el dragón. El dragón combatía junto con sus ángeles, pero no prevalecieron y no hubo más lugar para ellos en el cielo. El gran dragón, la antigua serpiente, aquel que llamamos el diablo y Satanás y que seduce a toda la Tierra, fue precipitado a la Tierra y con él fueron precipitados también sus ángeles. Entonces se oyó una gran voz en el cielo que decía:

Ahora se ha cumplido la salvación, la fuerza y el reino de nuestro Dios, y la potencia de su Cristo, porque ha sido precipitado el acusador de nuestros hermanos, aquel que los acusaba ante nuestro Dios de día y de noche.

Pero ellos lo han vencido por medio de la sangre del Cordero y gracias al testimonio de su martirio, pues han despreciado la vida hasta morir.

Exultad, entonces, ¡oh! cielos, y vosotros, los que habitáis en ellos. Pero; ¡ay! de vosotros, tierra y mar, Porque el diablo se ha precipitado sobre vosotros lleno de gran furor, sabiendo que le queda poco tiempo (Ap 12, 7-12).

Para los cristianos, por lo tanto, el Arcángel San Miguel está considerado como el más poderoso defensor del pueblo de Dios. En la iconografía, ya sea oriental u occidental, San Miguel es representado como un combatiente, con la espada o la lanza en la mano, bajo sus pies el dragón, Satanás, vencido en la batalla. Desde hace siglos los creyentes se confían a su protección aquí en la Tierra, pero también, y particularmente, en el momento del juicio, como recita una antigua invocación: San Miguel, defiéndenos en el combate, a fin de que no perezcamos en el día del tremendo juicio. El Arcángel es reconocido también como guía de las almas al cielo. Esta función de San Miguel se evidencia en la liturgia romana, en particular en la Oración sobre las ofrendas de la misa de difuntos: Señor Jesucristo, libera las almas de los fieles difuntos de las penas del infierno; San Miguel, que es portador de tus santas señales, los conduzca a la santa luz que prometiste a Abraham y a su descendencia. La tradición también atribuye a San Miguel el pesar las almas después de la muerte. Por eso, en algunas de sus representaciones iconográficas, además de la espada, el Arcángel lleva en la mano una balanza. En los primeros siglos del cristianismo, especialmente entre los bizantinos, San Miguel era considerado como médico celestial de las enfermedades de los hombres. A menudo se lo identificaba con el ángel de la piscina de Betesda, de la cual se habla en el capítulo 5 del Evangelio según san Juan: Hay en Jerusalén, cerca de la Puerta de las Ovejas, una piscina, llamada en hebreo Betesda, con cinco pórticos bajo los cuales yacía un gran número de enfermos, ciegos, rengos y paralíticos. En ciertos momentos descendía un ángel y agitaba el agua: el primero en entrar después de la agitación del agua se curaba de cualquier enfermedad que padeciese (Jn 5, 2-4). “No sólo has vencido al dragón grande y terrible en tu santuario de Chone, sino que también se ha formado un curso de agua que cura toda enfermedad del cuerpo. Así canta el himno AKATISTO de la liturgia bizantina a San Miguel Arcángel.

Finalmente, tiene el singular privilegio de prestar el oficio de asistencia ante el trono de la Divina Majestad, ya que él mismo se presentó así al obispo Lorenzo: Yo soy Miguel y estoy siempre en presencia de Dios… Y en la liturgia del Concilio de Trento se rogaba así al ofrecer el incienso: Por intercesión de San Miguel Arcángel que está a la derecha del altar del incienso… dígnate aceptar y bendecir esta oferta del incienso…. Hoy en día la Iglesia celebra la fiesta de San Miguel, junto con la de San Gabriel y de San Rafael, el 29 de septiembre. En el pasado había dos fiestas litúrgicas en honor del Arcángel (que se conservan todavía hoy en la ciudad de Monte San Angel): el 29 de septiembre, fiesta celebrada inicialmente sólo en Roma, como recuerdo de la dedicación de una antigua basílica erigida en su honor sobre la calle Salaria, y la otra, el 8 de mayo, aniversario de la aparición de San Miguel en el Gárgano y, en particular, celebración del episodio de la Victoria.

A partir del siglo XI, estas dos festividades particulares del Santuario del Gárgano se difundieron por toda Europa. La fiesta de la Aparición de San Miguel fue instituida el 8 de mayo por el papa Pío V (1566-1572).

A San Miguel se dedicaron diversas iglesias, capillas y oratorios en toda Europa. A menudo el Arcángel es representado sobre las agujas de los campanarios, porque está considerado el guardián de las iglesias contra Satanás. Además,  a Él se han dedicado numerosas capillas-osarios en los cementerios. Numerosas ciudades de Europa (Jena, Anderlecht, Colmar) lo veneran como santo patrón. En Italia encontramos bajo su protección más de 60 localidades (entre ellas Caserta, Cúneo, Alghero, Albenga, Vasto…). A El se han encomendado pueblos enteros, como los longobardos, y soberanos como Carlos de Anjou, gran protector del Santuario del Gárgano, y los miembros de la dinastía de los Valois. San Miguel es también el protector de numerosos trabajadores: farmacéuticos, doradores, comerciantes, fabricantes de balanzas, jueces, maestros de esgrima, radiólogos. A su protección se encomiendan policías y paracaidistas de Francia y de Italia. Recordamos finalmente que los religiosos, actuales custodios del Santuario sobre el Gárgano, pertenecen precisamente a la Congregación.