La liturgia del segundo domingo de Pascua nos muestra efectivamente que solo la vida comunitaria educa el valor del testimonio; Y viceversa, el aislamiento individual genera dudas.
Estar juntos, compartir esperanzas y elecciones, ayuda a superar incertidumbres y tormentos y produce esperanza y fe: un interrogatorio aislado e inquieto puede sembrar incredulidad.
Nosotros también seguimos la invitación transformadora de Jesús a «creer sin ver», porque esta actitud tiene sólidas raíces en un conocimiento sustancial del amor.
Una fe sin amor no es fe.
¡Buen y santo domingo!
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