El Viernes Santo relata la pasión, la crucifixión y la muerte de Jesucristo: una demostración extrema y total del amor de Dios por el hombre.
Muchos signos litúrgicos caracterizan este día de «extraordinaria locura de amor»: la iglesia despojada de ornamentos, el color rojo de las vestiduras, el silencio de los instrumentos musicales, la lectura dolorosa de Passio, la adoración de la cruz.
«A menudo se nos pregunta por qué adoramos la cruz», reflexionó el padre Thomas Rozek. Y la respuesta es que los cristianos «adoramos la cruz, no adoramos el sufrimiento en sí mismo, sino que adoramos el amor de Cristo que ha consumido todo por nosotros». «De hecho», esta es la conclusión de la homilía, «la cruz es la única puerta al cielo, incluso si el mundo de hoy quiere eliminarlo y quiere que todo sea fácil, sin dolor, sin sufrimiento; La cruz, confía en Jesús, no duele usarla: duele cuando evitas traerla ».
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